9 de abril de 2013

LA DELGADA LÍNEA ENTRE VIVIR Y SOBREVIVIR

© Francisco Javier Minaya Gómez

A medida que miro hacia atrás en mi vida no quiero recordar las cosas tal y como pasaron; prefiero recordarlas de un modo artístico. Y sinceramente, la mentira es mucho más honesta por el simple hecho de haberla inventado yo. La psicología nos dice que los recuerdos no son como los átomos y las partículas de la física cuántica, los recuerdos pueden perderse para siempre. Por descontado, no podría estar más en contra. Es cierto que la psicología nos dice como se comporta el cerebro en determinadas situaciones, dentro de una regla, por supuesto, pero lo que pasó aquél día en Burlete no cumple las reglas básicas del saber humano. Tanto es así que un grupo de investigadores y científicos siguen investigando lo que pasó aquella tarde hace ya dos meses. Del mismo modo la psicología nos dice que el cerebro tiende a almacenar los eventos con una cierta distorsión, de este modo, cada vez que se recuerdan y se vuelven a almacenar sufren una distorsión mayor. Aquí he de darles la razón, salvo que en mi caso, todo parece artístico. Como si yo fuese Picasso con mi paleta y pincel y mis recuerdos fuesen un cuadro sin acabar. Mi deber como artista es rellenar esos huecos y hacer de ese cuadro inacabado una obra de arte independientemente de cuán trágica sea.

8 de abril de 2013

ALGO PARA RECORDAR

© Oscar Malvicio 
Relato con contenido erótico

 Cuando fuimos a buscar a David, estaba todavía en la ducha. Le esperamos, fuera de su casa hasta que salió, José y yo. A David siempre le esperábamos fuera, su padre era muy serio y su madre hacía muchas preguntas. Era viernes, nuestro día favorito de la semana, los sábados eran para los que trabajaban, para los mayores, y nosotros íbamos al instituto y, encima, estábamos de vacaciones, era verano; verano de 1991. Todos éramos del pueblo menos David, que era de Madrid, bueno, vivía en Madrid, pero sus padres eran de aquí, así que supongo que él también. Cuando salió David de casa enfilamos el camino hacia la calle mayor, nos quedaba ir a buscar a Fran. Sacamos el paquete de Chester comunitario y todos encendimos un cigarro por el camino. Cuando íbamos por las calles por donde pasaba demasiada gente, cogíamos el cigarro entre el pulgar y el índice, con el capullo hacia atrás, tapándolo totalmente con la mano para que no se notara. Éramos tan expertos que incluso podíamos meternos la mano en el bolsillo con el cigarro así cogido y hablar con la gente, sin quemarnos, solo el tiempo justo para que no se dieran cuenta, y luego largarnos.