25 de febrero de 2013

EL EXTRAÑO

© Diego Ruiz Martínez

       Ángel atemorizado no para de mirar por la ventana de su habitación, hace ya días que no sale a la calle y prácticamente se pasa todo el tiempo encerrado en ella. A lo largo de su larga vida nunca se había sentido así, con 85 años nunca hubiera podido imaginar que acabaría recluido en su casa por temor al extraño que cada día a las cinco desde hacía poco más de un mes intentaba sin éxito entrar en su casa.

      —Hoy estoy preparado si vuelve a intentar entrar acabaré con su vida, lo prometo no dejaré que me haga daño —dijo Ángel, mientras apretaba fuertemente un cuchillo que tenia agarrado con su mano derecha— no me hará daño, no me hará daño.
       Mientras seguía lamentándose, llegó el extraño, se acercó a la puerta y apretó el timbre, el estridente sonido resonó por toda la casa, pero Ángel se mantuvo impávido, como esperando que el extraño se cansara o creyera que no estaba y se fuera, no fue así sacó su móvil y marcó un número; acto seguido el teléfono que había en la habitación sonó, Ángel sabía que era el extraño que le estaba llamando, aun así lo cogió y contesto.
       —Sé que eres tú, por favor, déjame en paz, vete y no vuelvas más —Ángel contestó casi llorando y luego colgó.
       Ángel se alejó del teléfono y volvió a mirar por la ventana; el extraño seguía allí, no parecía dispuesto a irse. Ángel respiro fuertemente y tomó una importante decisión, quizás la más difícil que nunca había tomado, saldría de la habitación bajaría las escaleras y iría en busca del extraño.
       —Debo hacerlo, acabaré con él, y así dejará de atemorizarme.
       Salió de su habitación cerró la puerta y por un instante pareció dudar, pero fue solo eso una duda que pronto se disipó, ya seguro de sí mismo bajó las escaleras y se dirigió a la puerta; detrás de ella, el extraño esperaba a saber con qué intenciones, sin pensarlo dos veces abrió y se abalanzó sobre él, acuchillándolo sin piedad, el extraño cayó al suelo aún con vida y con las pocas fuerzas que le quedaban miró a Ángel y exclamó:
       —Papa, ¿por qué me has hecho esto? —no pudo decir nada más no le quedaron mas fuerzas.
       Ángel que sufría Alzheimer pareció no oírle tiró el cuchillo y volvió a entrar a su casa mientras repetía sin cesar: «Él se lo ha buscado, él se lo ha buscado».

Todos los derechos reservados. Queda prohibida, según las leyes establecidas en esta materia, la reproducción total o parcial de este relato, en cualquiera de sus formas, gráfica o audiovisual, sin el permiso previo y por escrito de los propietarios del copyright.

No hay comentarios:

Publicar un comentario