25 de febrero de 2013

EL ÁNGEL DE LA GUARDA

© Diego Ruiz Martínez

       Quién no ha deseado alguna vez tener un ángel de la guarda, alguien que te proteja cuando se está en peligro. Yo tengo esa suerte desde hace seis meses, una serie de graves accidentes se han ido sucediendo ininterrumpidamente, a cual más grave; accidentes de tráfico, graves caídas mientras practicaba escalada, accidentes laborales, etc..., para mi suerte siempre salí ilesa, algo muy raro para la gravedad de los accidentes. Era algo inexplicable para mí y para todo el mundo, hasta que un día un enigmático personaje me llamó la atención, recordé que no era la primera vez que le veía, en todos mis graves accidentes se encontraba presente, eso me llevó a pensar que era mi ángel de la guarda que me protegía y desde ese día nada me preocupa estoy muy tranquila, nada me da miedo.
       —Juan te importa que coja tu coche —le dije a mi marido.
       —No, María cógelo si quieres, pero ve con cuidado —mi marido se preocupaba en demasía.
       —Tranquilo mi ángel me protege —le dije mientras cogía las llaves del coche.
       Mi marido sonrió y me dio un beso, me despedí de él y salí de casa.
       El coche estaba aparcado a pocos metros, subí y me puse en marcha, a los pocos minutos empezó a llover muy fuerte, la visibilidad era casi nula, pero no me hacía sufrir y me confié, grave fallo por mi parte; a  los pocos minutos perdí el control del  coche y acabé  dando unas cuantas vueltas de campana, quedé boca abajo y sin posibilidad de salir del coche, estaba atrapada y para mas desgracia para mí el coche empezó a arder
       Cuando todo parecía perdido mi ángel de la guarda apareció, se acercó al coche y se me quedó mirando sin hacer nada.
       —Por favor ayúdame como siempre has hecho —le dije
       —Porque motivo debería hacerlo —me respondió.
       Muy sorprendida y asustada porque mi coche podía explotar en cualquier momento le respondí:
       —Porque eres mi ángel de la guarda.
       —Estás equivocada, yo no soy quien tú crees.
       —Si no eres mi ángel de la guarda, ¿por qué me salvaste la vida en otras ocasiones? —le dije intrigada.
       —Nunca te he salvado la vida, solo observaba para ver si era tu hora —me dijo muy seriamente.
       —¿De qué hablas ahora?, ¿quién eres?
       —Soy a quien llamáis La Muerte y ahora sí es tu hora.
       En ese momento lo comprendí todo, era el fin, cerré los ojos y el coche explotó, no sentí nada, abrí los ojos y allí estaba La Muerte, esperándome, me cogió de la mano y nos fuimos.

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