© Daniel
Alejandro Trebilcock Tamayo
Ubicada
en la periferia de la ciudad, un lugar un tanto desolado y al que
solo llegan algunas personas, se hallaba la factoría Prentiss.
Allí,
Laurent Matta, uno de sus empleados, terminaba con satisfacción y
cansancio el día laboral. Preparando lo necesario para partir, se
dispone a dar inicio al tan merecido y anhelado descanso.
Apaga
el sistema dispensador y lo desconecta de la toma eléctrica para más
seguridad. Cierra válvulas, verifica barómetros y activa el
regulador automático que con suerte cumplirá a cabalidad con el
cuarenta o cincuenta por ciento de las funciones cotidianas que se le
asignan. Apaga las luces, se quita el incómodo overol y el casco y
lo pone en una canasta de plástico para dirigirse a la zona de
casilleros.