© Ramón Losada López
Hasta no hace mucho tiempo, estas tierras ahora llamadas Poveda de la Sierra las llamaban Gargan, por el hecho de que quien se adentraba en ellas nunca más volvía a ser visto, solo llegaban a contemplar algún objeto de esa persona dentro de una caja tres días después de su partida.
Las desapariciones no cesaban y con ello los envíos de cajas que cada día iba a más.
La mayoría de la gente optaba por ir a enterrarlas en el límite entre el pueblo y el bosque hasta que un joven de 19 años con una caja con los objetos que pertenecían a su novia se fue a enterrarla al mismo Gargan.
Estuvo día y noche deambulando, hasta que se encontró con una cueva subterránea; como era de noche acampó fuera de ella hasta que se hiciese de día, sin peligro de ser atacado por la cosa que fuese que estaba ocasionando todas esas desapariciones. Al salir los primeros rayos de luz por el horizonte, se despertó y se adentró en la cueva para explorar, haciendo el menor ruido posible al pisar.