20 de enero de 2012

BESOS AL VINO


© Cleopatra Smith

Había llegado el momento, no tenía ningún sentido seguir esperando, pues guardaba la botella desde hacía tanto tiempo, que casi dolía el mirarla, el sentirla... La noche había caído sutilmente y sin avisar, las gotas de lluvia golpeaban los cristales como si fuesen un triste lamento, y el susurro del viento acompañaban mis pasos hacia el salón, con unos pies descalzos que soportaban valientes el frío que provenía del suelo, y que firmes caminaban hacia ese rincón, lugar donde descansaba la botella desde hacía tanto, «esperando inútilmente siempre tu llegar...», me sonreí amargamente por ello... Al plantarme frente a ella la sentí desafiante, a la vez que intentaba conquistarme con su elegante porte, para que la dejara seguir luciéndose en su bello rincón; para hacerme sentir con su presencia la grandeza de tu ausencia; para sólo acrecentar con ello mi dolor... Pero no, no caí a la tentación de su fría compañía, y con mano firme la así con fuerza aflorándome a los ojos un brillo triunfal, «soy fuerte», me decía para mí, «soy fuerte», me repetía para mis adentros, aun sabiendo que no era verdad... Me dirigí al salón sin prisas, los chasquidos de la madera quemándose en la chimenea me acompañaban hasta la mesa, donde ya me esperaban la copa, el sacacorchos y tu foto... sí, tu foto... La que suplía tu presencia, la que me acompañaba en mis noches con su cruel silencio desde hacía tanto, tanto...
Me arrodillé ante la mesa, las llamas de la lumbre iluminaban mi rostro, intentando darle color, vida, ilusión... Sin mayor problema, quité el precinto de la boca de la botella, agarré el sacacorchos y me dispuse a clavarlo en el corcho, como un puñal clava la amargura en un dolido corazón... Mientras me servía del vino en la copa miraba tu foto; miraba tu foto mientras movía la copa para inhalar sus aromas a fruta, a deseo, a pasión... Fue al dar el primer sorbo que me fijé en tus gafas de sol negras, cómo me gustaría poder quitártelas y sentir tu mirada fija en la mía, mirarme en tus ojos, sentir tu sentir... Al siguiente trago, mientras notaba como bajaba endulzando mi garganta con ese exquisito sabor a frutas rojas, me fijé en tu corbata, y pensé en cómo me gustaría acercarme a ti y arreglarte el nudo de ella, para acto seguido abrazarte, apoyar mi cara en tu hombro y cerrar los ojos, para sentir tu aroma en mi nariz... Volví a beber y entonces lo vi, y lo sentí, tus labios me sonreían, con una tímida sonrisa pero sincera, y yo no pude más que entristecerme por ello; pues los deseaba, moría de ganas por besarlos, por sentirlos junto a los míos, y no los tenía, ¡nunca los tendría!, al igual que a ti, pues sólo te tendría a través de esta foto, del recuerdo, de mi sufrir... Fui a beber de mi copa de nuevo, pero estaba vacía; con mirada perdida, cogí la botella y la volví a llenar, al volver a llevar la copa a mi boca, y sentir el líquido acariciar mis labios al entrar, lo supe; fue entonces cuando lo entendí y, aunque triste, no por ello dejaría de ser un bello recuerdo, pues siempre estaríamos tú, yo... y el darle los besos al vino...

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