13 de junio de 2011

ELLA


© Claudio Reyes Durán
Ayer creo que la vi; iba ella caminando por un enorme prado, sus largos rizos se mezclaban con el color de los rayos del sol. Intenté seguirla con la mirada pero era tan hiperactiva que no podía apreciarla. Pronto comprendí que sus movimientos seguían un patrón metódico; una melodía creada por el silbido del viento y el suave murmullo de cada una de las hojas de los árboles. Recuerdo que traté de aproximarme, pero ella se alejaba. Quise hablarle pero mis palabras se reducían sólo a un incómodo balbuceo. Ella reía ¡DIOS! Aquella sonrisa me cegó con la luz que irradiaba. Cuando mi vista empezó aclarar, ya no estaba ella, se había marchado, pero ¿en qué momento? ... Ahora el paisaje lucía diferente, el cielo se tornó negro, los árboles perdían sus hojas y el viento susurraba palabras de lamento. La verdad, jamás las entendí pero sabía que era un tono triste; melancólico como la agonía que cargaba minutos antes y que hasta ahora había pasado desapercibido...


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