30 de septiembre de 2011

PUEBLO CHICO, INFIERNO GRANDE


© Diego Castro Sanchez

¡0h envidia, raíz de infinitos males y carcoma de virtudes!
Miguel de Cervantes Saavedra.
Se iban a casar a finales del verano.
Joao era un palurdo sin conocimiento y como tal se conducía. Sin embargo, Francisca "La pimientita" era una muchacha menuda y de aspecto frágil.
Corrían malos tiempos. La guerra había terminado tan sólo un año antes, y en el pueblo pasaban más hambre que un lagarto detrás de una pita.
Al portugués no le iban mal las cosas; no le costó demasiado reclutar un grupo de muchachos valentones, dispuestos a cruzar la raya fronteriza con su mochila de café a la espalda. Pagaba mal pero a tiempo, lo suficiente para ahuyentar el hambre a base de algarrobas y altramuces secos.
"Conmigo no te va a faltar de nada"; le había dicho meses atrás junto a la ribera del pantano. Las parejas de novios solían ir allí a festejar y darse el lote lejos de miradas indiscretas. De éste modo más de una se había convertido en comidilla de cotillas y chismosas.

6 de septiembre de 2011

¿UN HOLA ES LO MISMO QUE UN ADIÓS?


© María Montserrat Román
Era un pueblo, un pueblo oscuro, un pueblo oscuro y vacío. Vacío de gente y de seres vivos. Oscuro y sin apenas luz de las farolas por las calles. Unas calles estrechas y sin asfaltar. En definitiva, no parecía un pueblo, no parecían unas calles, no parecía estar habitado. Y en efecto era eso, era un pueblo deshabitado por causas desconocidas hace unos pocos y a la vez muchos años. Pero y ahora os preguntaréis el porqué os estoy describiendo un pueblo que a la vez no es un pueblo. Pues veréis yo vivo al lado de ese...como lo diría...pueblo no lo puedo decir, entonces diré: lugar deshabitado. Sí, ya lo sé suena un poco raro, pero de esta misma forma nos podremos entender todos a la vez. Vivo en otro pequeño pueblo cuyo nombre no mencionaré ya que creo que es innecesario para explicar mi historia. ¿Pero qué historia?-seguro que os estaréis preguntando. Pues una historia en la que estoy yo y también...Bueno en cuanto llegue el momento de contarla la contaré con todos y cada uno de los detalles pero mientras tanto...NO. Yo por mi parte quiero contaros esa historia, esa aventura de un momento a otro, pero por mala o buena suerte para todos, ambos tendremos que esperar, porque en esta vida la paciencia es fundamental para que todo salga bien. Bien, entonces prosigo, en el lugar deshabitado se oyen ruidos, muchos ruidos; algunos de animales, otros de personas que van allí para estar solas y relajadas, pero también hay ruidos muy curiosos o más que curiosos, anormales. Yo vivo, como he dicho antes, en el pueblo de al lado. Vivo junto con mis padres y en mi calle hay la mayoría de los pocos adolescentes que viven en el pueblo, como yo. La verdad es que yo creo que el lugar deshabitado es un infierno, o mejor dicho, me da miedo, mucho miedo. En cambio, por el contrario que yo, hay muchas otras personas a las que les encanta ir allí, se sienten relajados, se sienten mejor consigo mismos, andando por esas estrechas calles y contemplando esas antiguas y medio derruidas casas.

30 de julio de 2011

EL SUEÑO DE LOS CINCO TÓTEMS RÚNICOS


© Matías Krasner- Copyright -All rights reserved 2011


En la oscuridad de la noche. Tranquilizado por el canto susurrante de la lluvia, mientras las gotas  golpean suavemente la ventana de mi habitación. Los pensamientos manan  de mi interior. La duermevela da paso a una respiración lenta, sin prisa, expirando levemente. Suelto el aire que da paso a un sueño placido y reconfortante. Mis latidos, vienen y van. Subiendo el tono, hasta dar comienzo, los atronadores tambores de guerra que resuenan en el valle. Mientras las hordas enemigas caminan desafiantes. El cuerno resuena en la lejanía, acompañando los gritos del campo batalla. Mi alma de guerrero despierta. Mi mano izquierda que antes estaba desnuda, ahora lleva el acero de la espada corta. Levantándola con  fiereza, chocándola contra el escudo, entonando la canción guerrera de mis ancestros.
La nieve cae delicadamente entre mis cabellos rojizos. La rabia entra en mí ser, el tótem de las cinco bestias que anidan en mi interior. Despertando la furia del berseker. El águila que sobrevuela el cielo, la serpiente que se arrastra y ahoga. El lince que sigilosamente se mueve entre las rocas esperando su presa en silencio. El lobo fiel  y astuto, que acecha con sus camaradas y se envían miradas llenas de complicidad. El cuervo que grazna posado en una rama, observando los movimientos del enemigo. La sabiduría ancestral que me llena de energía, los arboles que se mecen por el viento. La tormenta eléctrica, señal que Thor   espera anhelante, nuestra victoria. Los rayos y relámpagos iluminan el cielo. Por la voluntad del dios furioso, destructor y creador al mismo tiempo.

22 de julio de 2011

EL INVENTOR OLVIDADO

© Manuel Arduino Pavón

Basilio Glauco de Siena creó un pájaro.
Lo hizo de espinacas y lo ligó a un silfo.
El pájaro volaba alto, muy alto, pero era de espinacas y las espinacas no viven fuera de la tierra.
Después creó una gallina, pero las otras gallinas se la comieron. Aman las espinacas.
Un día se arrojó de lo alto del acantilado y voló para estupor de la gente.
Cuando despertó seguía volando. La inercia de la condición despierta lo hizo caer en la fría y dura realidad. Quedó tirado, tiritando y dolorido.
Basilio Glauco de Siena murió con los ojos abiertos, devorado por los lobos, y un día después lo olvidaron.

17 de junio de 2011

EL MILAGRO


© Leoncio López Álvarez


Las convicciones religiosas de Damián estaban fuera de toda duda, y dentro de la larga lista de santos a los que estaba obligado a venerar, era San Judas su preferido. Tenía una fe inquebrantable en sus poderes y así se lo dijo a su mujer el mismo día que la conoció:
―Estarás de acuerdo conmigo en que el santo más milagrero es San Judas, ¿no?, porque si no, es absurdo que intentemos llegar más lejos.
Ana pensó que se trataba de una ocurrencia de Damián para ligar, valoró profundamente el extraño sentido del humor y decidió acostarse con él inmediatamente. Algo más tarde, nueve meses para ser exactos, se casaron en la Parroquia de San Judas Tadeo.
Los padres de Ana no tragaban a Damián (más bien le hubieran asesinado nada más enterarse de su existencia), tampoco eran muy amigos de San Judas, preferían los matrimonios civiles en caso de que fueran estrictamente necesarios, y a pesar de lo todo, el santo obró su prodigio y el día de la boda fue un día feliz para todos.

13 de junio de 2011

ALCANZANDO LAS ESTRELLAS


© Claudio Reyes Durán
―¿En qué piensas? ―preguntó Catalina a su amigo, al tiempo que se sentaba cerca de él.
―Me preguntaba si algún día podré alcanzar aquella estrella ―dijo señalando la más brillante del cielo nocturno. Catalina miró incrédula.
―Estoy segura de que nadie ha podido, ni podrá alcanzar esa estrella; ninguna en realidad ―dijo con una sonrisita entredientes―. Además, nos reduciríamos a cenizas en un instante de llegar cerca de ellas―agregó con cierto aire de superioridad.
Cristopher mantenía su mirada en dirección al lucero que continuaba embrujándolo. Por momentos incluso, había olvidado que se encontraba sentado en una roca frente al mar. Las olas rompían con sutileza bajo sus pies, y aquella estrella, parecía sonreírle al muchacho.

ELLA


© Claudio Reyes Durán
Ayer creo que la vi; iba ella caminando por un enorme prado, sus largos rizos se mezclaban con el color de los rayos del sol. Intenté seguirla con la mirada pero era tan hiperactiva que no podía apreciarla. Pronto comprendí que sus movimientos seguían un patrón metódico; una melodía creada por el silbido del viento y el suave murmullo de cada una de las hojas de los árboles. Recuerdo que traté de aproximarme, pero ella se alejaba. Quise hablarle pero mis palabras se reducían sólo a un incómodo balbuceo. Ella reía ¡DIOS! Aquella sonrisa me cegó con la luz que irradiaba. Cuando mi vista empezó aclarar, ya no estaba ella, se había marchado, pero ¿en qué momento? ... Ahora el paisaje lucía diferente, el cielo se tornó negro, los árboles perdían sus hojas y el viento susurraba palabras de lamento. La verdad, jamás las entendí pero sabía que era un tono triste; melancólico como la agonía que cargaba minutos antes y que hasta ahora había pasado desapercibido...

16 de marzo de 2011

BUM, BUM...


© Erty McManaman (Seudónimo)
   Bum bum... Imaginad que elimináramos todo ese ruido que emite la ciudad cuando pasa por esta calle céntrica y se detiene en el número 23. Bum bum... esto es lo que escucharíamos. Si nos detuviésemos justo delante y nos diese por alzar la vista, veríamos quizás el edificio más grisáceo a 500 metros a la redonda. Tan sólo tres plantas, con dos viviendas en cada una. Grandes ventanales, sin terrazas, sin ascensor. Seis núcleos familiares dejando su vida ahí dentro... cinco, pues en el 3º A no vive nadie desde que aquel militar retirado se encontró con la muerte justo aquella semana que su hijo no le visitó. El agrio olor de la muerte llamó a las puertas colindantes anunciando su eterno descanso.
Bum bum... corazones que laten con mayor o menor intensidad. Rosario, la viuda de negro de piel no blanca... blanquísima. Dedica dos horas al día a no ver la televisión, dos a no pensar, una a no comer, ocho a no dormir y nueve a no vivir. Las dos horas restantes las pasa no mirando... introduciéndose en la foto de su marido Leonel. Su corazón late pausado, por un puro y lógico y funcional mecanismo.

ALGO SUCEDIÓ EN LA BIBLIOTECA


© Oscura Forastera  (seudónimo)
     Ocurrió uno de esos días, en los que la biblioteca está algo vacía. Un día en el que la gente, decide quedarse en casa. 
     Entré como tantos días, saludé a la bibliotecaria y puse mi nombre en el registro de entrada. Me acerqué la sala, donde están los libros que nadie lee, libros de autores pasados, libros que lloran la ausencia de unas manos que los hojeé, extrañando no ser leídos por mentes ávidas de conocimiento. 
    Aunque parezca raro, esa tarde me senté cerca de ese pasillo. Tenía en mis manos un libro de los que yo llamo "olvidados". Ensimismada con Edgar Allan Poe y la leyenda del Gato Negro. Sentí un leve rumor que me hizo girar la cabeza. Miré hacia el pasillo, pero allí no había nadie. No le di más importancia y continué con la lectura.
    He de confesar que Poe me gusta mucho y se me pasan las horas leyendo sus relatos. Así, pasaba la tarde, minuto tras minuto, página tras página. De cuando en cuando, levantaba la vista y veía a la gente que iba yéndose de la biblioteca; ésta cerraba sus puertas a las ocho de la tarde. Miré mí reloj, eran las seis y media, aún me quedaban casi dos horas por delante para seguir disfrutando de la lectura.

13 de marzo de 2011

LA BALADA DE DUIR Y SU AMOR GALANTE


© Daniel Frini

    Mi amado me habla siempre con palabras suaves. Acostumbra describirme, dulcemente, alabando mi tersura al contacto de sus manos, mi perfil marcado, mi aroma "a majestuosidad de la madera del roble" como suele decir, y razón por la cual me llama Duir; que es la palabra con que los viejos druidas nombraban al Árbol. El dice que tengo su energía, su nobleza y su fuerza, y también dice que soy resistente, flexible y ágil como el acero de Mondragón, el mismo con el que hacen las espadas toledanas los tenaceros de las ferrerías de Soraluze y Tolosa.
    Con voz cansina, me cuenta de su pasado en las filas del ejército del Rey Carlos, cuando participó en el incendio a Medina del Campo, bajo las órdenes de Adriano de Utrecht; y las victorias sobre los comuneros en Tordesillas y Villalar; y de su intervención en las ejecuciones de Padilla, Maldonado y Bravo; de sus cabezas expuestas durante nueve días en el garavato de la Plaza Mayor; y cómo después el mismísimo Rey lo elevó al cargo que mi dulce caballero ocupa hoy.

NOTICIAS DE LA SAGRADA CIUDAD DE ELELÍN


© Daniel Frini 

Uno
     A la sombra de un árbol al que los nativos llaman úten, tan parecido al algarrobo que crece en los valles cercanos al mar Mediterráneo; está tendido el cordobés Francisco de César, capitán del reino de España por voluntad de Carlos Habsburgo, intentando reponerse de las fiebres que dejan las aguas de esta tierra extraña, mezcla de selva y desierto, imaginada por el diablo; y que tantos y tan buenos soldados se ha llevado.
    Hace apenas algo más de un año llegaron a esta parte de la América con la expedición de Sebastiano Caboto y construyeron, bajo su mando, el fuerte de Sancti Spiritu; en el lugar donde el río que el capitán general ha llamado Caracará desemboca en aquel otro que los nativos llaman Paraná.
    Cinco meses atrás, Francisco partió en expedición; y ahora está de regreso con menos de la mitad de los hombres que lo acompañaron, y lo reciben los dos torreones y las casas en ruinas, los almacenes saqueados y quemados, la empalizada caída y los bergantines desfondados y hundidos a medias, a poca distancia de las barrancas que zozobran en el río barroso. De los habitantes de la novísima colonia española han quedado sólo unas pobres osamentas, apenas cubiertas con restos podridos de ropa. Imposible saber de quiénes se trata. No hay noticias de los indios yañás que tanto ayudaron al nuevo poblado hasta hace unos meses.
En la ensoñación que deja el calor y la enfermedad, el capitán recuerda.

LAS PROFECÍAS EN EL ESPEJO


© Daniel Frini
 Entre Maitines y Laudes del dos de julio del Año del Señor de mil quinientos cuarenta y uno, Mosén Miquel bajó a las cavas de la Abadía de Nôtre-Dame d'Orval, cerca de la muy Cristiana Villa de Florenville, entre los bosques de Watinsart y Houdrée, en busca de una botella del licor fabricado por los monjes cistercienses, para llevárselo al Abad, a la Sala Capitular.
El hermano Miquel llevaba sólo una semana en el Monasterio, por lo que los pasadizos subterráneos le eran desconocidos; y a pesar de las indicaciones recibidas, la luz escasa de las candelas hizo que desviase su rumbo y llegase, sin querer, a las mazmorras, las mismas donde, casi cinco siglos antes, Pedro el Ermitaño incitara a Godofredo de Bouillon para marchar a Jerusalén, a la Primera Cruzada y donde, se dice, estuvo guardado el Grial.

9 de marzo de 2011

HÉRCULES, EL ROBLE


© Silvia Ochoa Ayensa
     Alfred se despertó aquella noche con el armónico y entusiasta latido de un corazón y no era el suyo, puso su mano derecha sobre su pecho para comprobarlo; aquel latido se insinuaba a través del frondoso bosque. Alfred se asomó a la ventana y vislumbró una inmensa luna llena que parecía bailar risueña gracias al tintineo de las estrellas, un espectáculo maravilloso se abría ante sus pupilas. Un búho se posó en el magnolio de enormes piñas  que tenía el joven frente a la ventana de su habitación, y pudo ver sus ojos brillantes, parecían encerrar sabiduría en ellos.  Alfred se frotó los ojos, y se pellizcó en los mofletes dejándoselos sonrojados, pero no era un sueño aquello que se dibujaba ante su ventana. Días antes Alfred estaba apático, triste, inapetente, enojado, cargado de rabia... sus padres habían fallecido en un terrible accidente de avión cuando iban a una reunión de negocios y sus abuelos quedaron a su cargo, no contaba con más familia. Sus abuelos vivían en una casita en la sierra de Madrid, el abuelo siempre le había contado fantásticas historias sobre aquel lugar cuando era más chico e iban a visitarlo a la ciudad, historias que le fascinaban. Adoraba a sus abuelos, pero aquella terrible circunstancia lo dejó abatido y ya ni siquiera escuchaba a su abuelo, se encerraba en su habitación y se dejaba caer en la cama, embelesado con el techo y en el silencio más sepulcral. Pero aquella noche tuvo la necesidad de salir de su habitación y adentrarse en aquel bosque que había dejado a sus pupilas hipnotizadas. Se armó de valor y encaró las escaleras de la segunda planta dónde se encontraba su habitación hasta llegar a la puerta, tomó el pomo con su mano derecha y lo abrió. Frente a él miles de árboles (magnolios, cipreses, tilos, robles, gingos...), muchos de ellos centenarios parecían salir a su encuentro, la luna iluminó un sendero, estaba seguro de que quería que lo siguiera y así lo hizo. No se había dado cuenta, pero había salido descalzo y en pijama, por un momento sintió frío y comenzó a temblar, pero no quería volver sus pasos hacia atrás, la hojarasca parecía protegerle algo los pies. Sin darse cuenta llegó hasta un claro en el bosque, en el centro mismo se hallaba un árbol, un señorial roble, que  parecía tocar aquel azabache cielo cargado de estrellas. De pronto aquel latido que había escuchado desde casa se acentuó y resonó sobre sus sienes: pum- pum-, pum- pum,- pum-pum..., cada vez que se acercaba más al roble más lo escuchaba. «No es posible, los árboles no tienen corazón», musitó para sí. Pero aquel latido se había adentrado hasta el propio corazón de Alfred contagiándolo, parecía un hermoso hermanamiento, como si se reconocieran. El joven optó por acercarse más y poner su oreja derecha en la corteza del árbol, aquello parecía una locura, pero tenía que hacerlo. Y de pronto ...pum-pum-pum, pum..., aquel árbol tenía corazón sin ninguna duda. Estaba fascinado, emocionado, en ese instante lleno de vida. Su rabia y su dolor habían desaparecido sin más.

8 de marzo de 2011

SILENCIO


© Susana Arroyo-Furphy
     Lars y yo nos fuimos a vivir a las afueras de Uppsala, lugar que vio nacer a Bergman. Queríamos evitar la vida de la ciudad, así que decidimos establecer nuestro hogar alejado de cualquier barrio, en una bella colina aislada y secreta, bien orientada.
    Debido al trabajo de mi esposo, quien ha sido miniaturista toda su vida, protegimos las ventanas con triple vidrio. En Suecia suele construirse con doble ventana debido al gélido clima.
    El pulso de Lars era —y debía ser— en extremo, preciso. Así que evitaba las corrientes de aire, el alcohol o café en exceso, las grasas, los edulcorantes, la carne y los almidones. Nuestra dieta se basaba en pescado fresco, verduras, aves y fruta. Una vez por semana, los jueves, me dedicaba a hornear el pan procurando dejar el "pepparkakor" al final y suficiente "limpa" (pan de centeno) para todos los días.

7 de marzo de 2011

EL ÚLTIMO BESO


(Cuento romántico de conquistadores)
© Antonio Medina Guevara
.
     Isabel era la flor más bella de todo el imperio incaico.
    La habían bautizado con ese nombre, en honor a la que fue reina del Nuevo Imperio: Isabel de Castilla; aunque sin olvidar el suyo propio de Huiracocha; princesa destronada por la que suspiraban a la par, incas y españoles y por la que corría al igual por sus venas, sangre mezcla de inca y español.
    Huiracocha —que en quechua significa espuma de mar—, era el nombre, que le había dado su padre al nacer, y contemplar como su cuerpo era tan delicado como una suave ola blanca.
    Nadie dudaba, al verla y al sentirla, que el Dios del Sol la alumbraba con su calidez hasta en las noches más negras...
 .
    Era, como un blanco lirio perfumado con el aroma de los campos, que el sentimiento del amor hacía vibrar. Alimentaba a la belleza con su presencia, como la lluvia lo hace a la sabia, o las estrellas a la noche..., y los sonidos que exhalaba, eran tiernos como el quejido de la alondra.

DE AMANTES


© Diego Castro

Si alguien en la ciudad de Roma
Ignora el arte de amar,
Lea mis páginas, y ame instruido por mis versos...
Publio Ovidio (El arte de amar)
    Cuando mis pies pisaron por primera vez el magnífico escenario del anfiteatro, mi preceptor Arelio Fusco, afirmó:
    —Roma, la puta que te hará llegar al clímax para después abandonarte hecho jirones a orillas del Tiber. No lo olvides nunca Ovidio: jamás ames a una ramera.

EL PRISIONERO WUN Y EL MAR


EL PRISIONERO WUN Y EL MAR
© Diego Castro
     Aquella noche, al filo de la madrugada, Wun soñó que salía de la celda en la que llevaba recluido más de un año. Dejando atrás la oscuridad caminó por un bello jardín. La luna nueva se intuía bajo las copas de los cerezos en flor, a retazos, como pinceladas abstractas que desafinaran en mitad de un lienzo. Algo se arrodilló a sus pies y le pidió amparo. Wun accedió de buena gana; el suplicante afirmó que era un dragón y que los astros le habían revelado que al día siguiente, antes del amanecer, los hombres del emperador le cortarían la cabeza. Wun, en sueños, juró protegerlo. 
     Se ha hecho de día y el prisionero Wun tiene los ojos muy abiertos, clavados en algún punto entre el techo y la pequeña apertura que, a modo aspillera, desvela una ínfima esquina de la nítida mañana.

PENSAMIENTOS


PENSAMIENTOS
© Juan Manuel Álvarez Romero

Mientras, la ciudad se torna transparente y en el suelo se reflejan aún los destellos de las farolas y neones publicitarios.
De camino a casa voy dando tropezones cada dos por tres...no se me dio bien la noche.
El alba quiere ser vista, pero unas nubes negras no la dejan mostrar su paleta de pintor...
Eso cuando miro hacia adelante, pero no miro al frente, no tengo valor.

28 de febrero de 2011

LOS DOS SOLOS


Los dos solos
© Teresa Hernández
Apenas despegamos los labios durante el trayecto. Habíamos mantenido los ojos fijos en el asfalto, cada uno sumido en su propio tumulto interior, convirtiendo el ritmo de Springsteen elegido por la emisora de radio en nuestra banda sonora particular. Le miré de soslayo cuando cambié de marcha. Llevaba varios días sin afeitar, y con la barba incipiente parecía mayor. Quise ver en ese gesto suyo un intento de agradarme, de igualar nuestras edades.
—¿Todo Bien?
—Todo bien.
Nuestro equipaje no era ligero. Los dos cargábamos con mochilas repletas de pesados compromisos. Sabíamos lo mucho que podíamos perder y la dudosa recompensa que recibiríamos a cambio. Hubiera sido muy fácil dar un volantazo y dejarlo estar, regresar a nuestro hábitat natural. Pero yo no giré ni él me lo pidió. Su respiración profunda me incitaba a pisar a fondo el acelerador. Nos lo debíamos; ambos lo deseábamos.

6 de febrero de 2011

ARENA FRÍA


© Javier Garrit Hernández

    «Pues cae la noche y ya se van nuestras miserias a dormir...», dice una de las canciones de Joan Manuel Serrat, y así era en Vinaròs cuando llegaba la noche de Sant Joan; pero en todas las reglas hay, como siempre ha habido y siempre habrá, excepciones; aquel era el caso de Eduardo, quien sentado en la arena de la playa, pasaba las horas con nostalgia, mirando, con los ojos cristalinos, la linea del mar con el cielo estrellado. Llevaba allí sentado más de dos horas. Había visto los fuegos artificiales, aunque no les había prestado una  pronunciada atención. Oía, aunque no escuchaba, la música de un grupo local que hacía versiones de grupos modernos; algunas de aquellas canciones eran grotescas imitaciones de las originales, los instrumentos sonaban desafinados y la voz de la cantante tenía tan alto el nivel que sonaba distorsionada, por lo que era inaudible el contenido de las letras.
    Eduardo, que contaba con treinta y dos años, no hubiera salido de casa de no ser por sus amigos, los cuales no dejaron de intentar convencerlo hasta que él accedió. Habían estado en uno de los pubs; allí habían conocido a unas chicas con las que habían estado hablando, una de ellas había mostrado cierto interés por él. Se habían apartado disimuladamente del grupo de amigos y estuvieron hablando un buen rato. Habían congeniado a la perfección. De pronto Eduardo se fue.

15 de enero de 2011

¡2012,AHORA!


© Enrique 'Spike' G. Puig

    «El 21 de diciembre del 2012, astrónomos de la NASA y otras agencias independientes descubrieron Némesis, una estrella fallida, enana marrón, que lentamente órbita con el sol, durante el alineamiento que éste tuvo con el centro de la galaxia...»
   —Apaga eso —dice Santiago Gracia Vega a su hija.
   Hasta ayer, él era un padre de familia, campista y publicista; ahora, es un Robinson Crusoe del siglo XXI que escapa al bosque desde el anuncio de que el asteroide Apophis colisionará con la tierra en 6 meses, esto causo una revuelta a nivel global.
    —Niños ¿recuerdan que les enseñé cuando salimos de campamento?
    —Cómo olvidarlo... te la pasabas gritoteando —contestó Dany, el hijo mayor.
    Santiago siempre supo que el hombre retomaría esa inteligencia instintiva, totalmente opuesta a lo que ahora se considera estilo de vida.

10 de enero de 2011

DON GREGORIO

© Javier Garrit Hernández
    Aquel pueblo ya no tenía nada que ver con lo que antaño fue; la juventud se iba marchando a la ciudad, en busca de ni siquiera ellos sabían qué; los más ancianos iban incrementando paulatinamente la población del camposanto. Las costumbres se fueron perdiendo poco a poco en el pueblo de Pozoverde; las casas parecían viejas imágenes de antaño, como si alguien hubiera intentado colorear unas antiguas fotografías en blanco y negro; incluso la pequeña iglesia, alma de los que allí buscaban consuelo a sus pecados o de aquellos que buscaban una fe a la que aferrarse en tiempos pasados y grises; aquella iglesia que había sobrevivido a las más cruentas guerras e incluso a un pequeño terremoto, se encontraba ya en un deteriorado estado. Las goteras del tejado no habían hecho más que aumentar  desde varios meses atrás, desde que su párroco, don Gregorio, cayó enfermo. Una vez por semana venía un capellán de otro pueblo para oficiar la misa, pero nada más; no se preocupaba del estado de aquel pequeño templo.